Como anticipo, os dejo un fragmento de La casa de las flores muertas:
Era Tash, que
regresaba de la biblioteca, la última persona a la que hubiera debido ver. Era inútil tratar de esconderse,
la escasa lumbre había llamado su atención y él ya se había percatado de su
presencia. La estaba observando desde la puerta.
Finalmente avanzó
dos pasos y, tras dudarlo un momento, se decidió a hablar.
–Supongo que debo
despedirme de usted –dijo apenado, pero en seguida su voz se enderezó–. Deseo
que sea muy feliz y que, después de sus contratiempos, estos se vean
compensados.
–Habla usted de
compensación como si se tratara de un asunto meramente económico –respondió
ella con mirada desafiante. No le había pasado desapercibida ni cierta amargura
ni cierta censura en sus palabras.
–Usted siempre
quiere ver maldad en mis palabras.
–Y usted siempre
parece querer atacarme.
Tash avanzó dos
pasos como si fuera a contestar, pero se detuvo, dio media vuelta y volvió a
detenerse. Colocó su candelabro sobre una repisa y luego de nuevo se giró hacia
ella.
–Solo he tratado de
velar por usted, pero siempre he sido malinterpretado.
–¡Y yo siempre le
he pedido que no interfiera en mis asuntos! –le recordó ella levantándose de la
silla con ímpetu y rabia.
–Cierto, debería
haberlo tenido más presente. ¡Pero he sido un idiota! Ahora ya tendrá quien la
cuide.
–¿Acaso le importa?
Él la miró dolido,
pero dejó que continuara hablando.
–¿Acaso le ha
importado que me empujen a uno u otro como si fuera simple mercadería? O, peor
aún, como si fuera un problema que hay que solucionar. ¿No he sido eso para
usted? ¿Un problema más en Cunderley que, como todos los problemas en Cunderley,
veía necesario resolver? ¿Algo que, cuanto antes se quitase de encima, mejor
para usted?
–¿Así se ha
sentido? –se asombró él.
–¿Y qué me ha hecho
sentir, señor Tash? Ha boicoteado usted todo intento de amistad por mi parte,
me ha dañado con sus palabras cada vez que ha podido y me ha juzgado con su
mirada implacable tanto si entraba como si salía. ¿Qué debería haber hecho para
obtener su beneplácito? ¿Había algo que estuviera en mi mano? No, no había
nada. Usted me había sentenciado desde el primer momento. Cualquier cosa que yo
hiciese iba a estar mal vista a ojos de usted.
¡Qué buena noticia! ¡Ya estoy impaciente por leerla! Suerte con la nueva novela :)
ResponderEliminarGracias, Jim. Espero que no te decepcione, :)
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