Novela futurista, publicada en 1836 y cuya
historia se ubica a finales del siglo XXI, nos habla de un mundo apocalíptico
en el que Lionel Verney, el protagonista, escribe desde Roma, en el año 2100,
su historia y la de todos sus amigos que han muerto víctimas de una epidemia.
Una vez finalizada la narración, el protagonista tiene planeado viajar por el
Mediterráneo en busca de algún ser humano, aunque sospecha que él es el último
hombre.
Historia
pesimista y con pocas esperanzas en la naturaleza humana, Mary Shelley plantea
un mundo en el que el heredero al trono se ha negado a continuar con la
monarquía y aboga por una organización republicana. Sin embargo, lejos de la
utopía, a poco de implantarse la República, aparece una epidemia que va
mermando la vida, una a una, de todos los hombres.
Finalmente
queda Lionel para contarlo, pero cuando cerramos el libro no guardamos ningún optimismo respecto a su búsqueda de
alguien más.
En
contra de las ideas ilustradas y de la Revolución francesa, que consideran que
la educación y un sistema justo acarrearán un auge de las virtudes humanas, con
la nueva y equitativa organización social el cuerpo humano se corrompe una vez más. Y de forma
contagiosa. Como si no hubiera solución, como si tuviéramos que aprender a
vivir sabiendo que Mobby Dick (la ballena blanca que simbolizaba el mal en las
culturas esquimales) no puede ser derrotada.
Solo Lionel, que ha crecido de un
modo salvaje y en contacto con la naturaleza (aunque después fue educado por
Adrian), no resulta contagiado por este mal. Tan solo él sobrevive. La razón no es,
para Shelley, una esperanza, solo una ficción. Tal vez deseable, pero ficción,
no panacea.
Es
cierto que hay personajes en la obra reconocibles en la vida de Shelley y que ella podía
encontrarse desanimada cuando escribió esta obra porque sus amigos (Lord Byron,
Percy Shelley…) habían muerto. Sin embargo, la intención va más allá. Es una
puesta en duda de las esperanzas de los intelectuales de su regeneración y, de
algún modo, la conciencia romántica de que la Naturaleza, aunque vivamos de
espaldas a ella, siempre está allí de un modo hostil. Y la Naturaleza incluye
aquí la naturaleza del hombre.
Las historias pesimistas y un tanto oscuras me crean cierto morbo, sobre todo porque es como desnudar el alma. Me has picado la curiosidad, así que me la apunto. ;)
ResponderEliminarPor cierto tengo mucha curiosidad por leer a Lord Byron, ¿me recomiendas alguna? Vi una película biográfica de él y era todo un personaje :)
Un saludito :)
A mí me encanta el Don Juan de Lord Byron, aunque está incompleto. Nada que ver con el cursi de Zorrilla. Es un Don Juan desalmado, víctima y verdugo, condenado al desarraigo, que es metáfora del infierno. Espero que te guste, ;)
ResponderEliminar¡Un abrazo y gracias por comentar!
Qué buena reseña de un libro que desconocía. El Bien y el Mal, el hombre y sus soberbia y/o instintos son fuente recurrente en la obra de Mary Shelley, mujer y escritora a la que admiro. Me lo llevo más que anotado.
ResponderEliminarBesines,
¡Espero que lo disfrutes, Carmen! Según he leído, fue un fracaso (por la ideología pesimista) y mucha gente se echó encima de Mary Shelley a raíz de este libro que, según he leído, no vovlió a ser editado hasta la segunda mitad del siglo XX. Afortunadamente, ahora disponemos de él.
ResponderEliminar