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domingo, 22 de noviembre de 2015

Precedentes del telégrafo.



      En La casa de las flores muertas, el cuñado de la señora Stringle se dedica a trabajar en los semáforos de Porstmouth. Sí, he dicho “semáforos”, y estamos en 1802, pero no servían para regular el tráfico, sino para comunicarse en la distancia. Desde tiempo inmemorial, el hombre ha querido hablar a pesar de la lejanía (con señales de humo, fuego, luces, banderas…)

     Por ese motivo, y por el ambiente bélico, en 1796, durante las guerras napoleónicas, se introdujo en Inglaterra un sistema de señales visuales que unía todos los puntos en altura en la ruta de Londres a Porstmouth. Este sistema diseñado por el reverendo Lord George Murray, consistía en un gran panel dividido en seis partes, cada una con su propio obturador tipo persiana, en el cual las letras se configuraban abriendo y cerrando los obturadores en un código convenido.



    Estos paneles se mantuvieron en uso por 20 años, hasta que fueron reemplazados por un sistema de semáforos. Cada uno de éstos empleaba un sistema de brazos articulados, montados sobre un alto pedestal, los cuales eran operados por un hombre desde la superficie. 

        Este sistema era totalmente ineficiente en la oscuridad y con niebla.bNo obstante, las estaciones de semáforos sobrevivieron hasta 1849, empleándose en forma simultánea con el recién introducido telégrafo eléctrico, por un período de cuatro años. 




         Un par de años antes de que apareciera el “semáforo” de Murray, en Francia, Claude Chappe había ideado el el primer sistema de telegrafía en el mundo: le systeme Chappe.  Dicho sistema (llamado también “telégrafo de semáforo”, “telégrafo óptico”, “telégrafo napoleónico”, etc.) basaba su funcionamiento en el envío de señales luminosas de un punto distante a otro. Para esto, las estaciones o cabinas telegráficas debían de ser construidas en lugares de altura considerable y estar ubicadas a cierta distancia máxima para que los operadores pudieran distinguir con claridad las señales recibidas y redactar el mensaje o transmitirlo a la estación próxima. 



      Este sistema consistía de un haz de luz central con al menos dos brazos mecánicos que podían cambiar de posición para dar lugar a 98 combinaciones distintas, las cuales se correspondían con un libro de códigos que contenía una palabra para cada una de las posiciones. La palabra “ejército”, por ejemplo, podía ser la vigésimo cuarta palabra de la página 19, por lo cual el operador enviaría primero una señal para indicar el número 19 de la página en cuestión, y posteriormente la señal del número 24, para indicar la palabra referida. De esta manera, podían enviarse mensajes a lugares distantes en tan sólo unas horas, a los que un correo de posta podría tomarle días en entregar.




     En sus momentos de máxima extensión, comprendía 534 estaciones que cubrían más de 5.000 kilómetros. Mensajes enviados de París podían llegar a los extremos más lejanos del país en cuestión de tres o cuatro horas, algo que antes le habría tomado a jinetes en caballos tres o cuatro días. Pero para finales del siglo XIX, las estaciones Chappe habían sido sustituidas por el telégrafo. Tras ser saqueadas por sus materiales, quedaron enterradas bajo la vegetación.


2 comentarios:

  1. Gracias por este artículo. La verdad es que unca se me había ocurrido pensar qué había antes de los telégrafos. ^^

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  2. En cuestiones tecnológicas, los aires de guerra siempre han resultado un incentivo.

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